Fresas en el jardín
Nuestros líderes silban mientras el mundo que conocimos se hunde a nuestro alrededor
La Vanguardia | 25/02/2011 - 00:35h
El mundo árabe se descose. Mientras nuestra clase política sigue aferrándose a las frívolas peleas cotidianas, en el norte de África suceden cosas que marcarán nuestro futuro. ¿Somos conscientes de la trascendencia de lo que allí está sucediendo? Ninguno de nuestros líderes ha considerado conveniente verbalizar su visión: les basta con pergeñar un par de tópicos sobre la libertad. ¿Tienen algo consistente que comunicarnos? Es posible que sí lo tengan, pero seguramente les asusta verbalizarlo. Los hechos de la ribera sur mediterránea tendrán una colosal influencia en nuestro futuro. Pesarán más en nuestro porvenir que la hipotética solución del agónico conflicto vasco, que el fatigante tira y afloja entre PSOE y PP, que los pellizcos de monja del Parlament de Catalunya, que las abstrusas discusiones de la brumosa Bruselas. En esta Europa leguleya, en esta España maniquea, en esta Catalunya tan aficionada al pellizco, estamos como anestesiados, dormidos entre laureles y problemas que ya no sabemos resolver sin transformarlos en bucle (véase el País Vasco). Nuestros horizontes están eclipsados por análisis que solo abarcan la inmediatez, por problemas que se cuecen en su propia salsa, por intereses que nacen y mueren en los ombligos. Desconocemos el sentido de la histórica ola que se acerca desde el norte de África.
Un bello poema de Josep Carner retrata la infancia como un jardín en el que se crecen fresas. La niña que come las fresas ignora lo que sucede al otro lado del muro que protege el jardín. A lo lejos está el mundo abierto, con sus secretos inquietantes. Elmuro que protegía nuestro pequeño occidente europeo se desmorona. Ya en 1989 cayó la parte del nordeste; y el inmenso muro que emparedaba el sur está cayendo estos días, con sus mensajes de alegría democrática pero también con sus sombras inquietantes. Podemos contemplar con alborozo, como si de una película de final feliz se tratara, el espectáculo del despertar democrático de la ribera mediterránea musulmana, pero no es muy lúcido disimular sus aspectos preocupantes. Empezando por el precio del petróleo, de nuevo por las nubes, y terminando con la bomba demográfica que, después de estallar en el mediterráneo sureño, puede formar un tsunami que cubra el norteño.
A los que hemos sufrido una tiranía (y su caricaturesco eco del 23-F), las caídas de los tiranos nos alegran, incluida la de aquellos que nuestra realpolitik fortaleció. No es de recibo, sin embargo, que la ingenua alegría dominante no tenga el contrapunto de un severo análisis de la realidad por parte de quienes, desde el poder que ostentan en Catalunya, España y Europa, permanecen callados o silbando mientras el mundo que conocimos se hunde a nuestro alrededor. Será que los mandatarios nos quieren en el jardín, comiendo fresas. Será que a los ciudadanos nos encanta comer fresas en el jardín.